Si Dios envía a los hombres Espíritus para
instruirles, es con el fin de ilustrarles sobre sus deberes, enseñarles el
camino que puede abreviar sus pruebas y por esto mismo activar su
adelantamiento; además de la misma manera que el fruto llega a sazonarse,
también el hombre llegará a la perfección. Pero al lado de los Espíritus buenos
que quieren vuestro bien, hay también los Espíritus imperfectos que quieren
vuestro mal; mientras los unos os conducen adelante, los otros os empujan hacia
atrás; debéis poner toda vuestra atención para
distinguirles; el medio es fácil: procurad sólo comprender que todo lo que
viene de un Espíritu bueno no puede dañar a nadie, y que todo lo que es malo,
no puede proceder sino de un Espíritu malo. Si vosotros no escucháis las prudentes
amonestaciones de los Espíritus que os quieren bien, si os agraviáis de las
verdades que pueden deciros, es evidente que os aconsejan los malos Espíritus;
sólo el orgullo puede impediros el que os reconozcáis tales como sois; pero si
no lo veis vosotros mismos, otros lo ven por vosotros; de manera que sois
vituperados por los hombres que se ríen detrás de vosotros y por los Espíritus.
Un Espíritu familiar.
El libro de los médiums
cap. XXXI - IV